El ajedrez educativo promueve, entre otros muchos valores: la
motivación, el
afán de logro, el
respeto (tanto al rival como a las reglas del juego), la
autocrítica (no hay excusas para una mala jugada), la
responsabilidad y el
autocontrol. Esto último constituye, por sí mismo, un pilar básico sobre el que poder descansar todo un modelo de enseñanza ajedrecística en el aula, pues bajo el axioma “pieza tocada, pieza movida” se esconde otro precepto de una fuerza educativa extraordinaria: “primero pienso, luego actúo”.